30.4.14

Epicuro de la mano de Friedrich














Me sale al camino Epicuro a través del comentario de Nietzsche en El caminante y su sombra: "Epicuro, el sosegador de almas de la Antigüedad tardía, tuvo esa maravillosa comprensión que aún hoy en día sigue siendo tan raro encontrar: la de que para el apaciguamiento del ánimo no es en absoluto necesaria la solución de las cuestiones teóricas últimas y extremas." ¿Tal vez ya sabía el sabio griego que las ideas se convierten en corsés de los hombres en lugar de ser solamente luz que lleve a otra luz? El alemán: "Así, a aquellos a quienes atormentaba el 'temor de los dioses' le bastaba con decirles: 'Si hay dioses, de nosotros no se ocupan', en lugar de disputar infructuosamente y a distancia sobre la cuestión última de si había dioses en general." Entre el filósofo clásico y el filósofo contemporáneo ha debido haber muchos epicureístas del silencio o que han hablado transversalmente. Acaso gracias a ellos, entre otros, hemos descubierto la diferencia entre lo necesario y lo innecesario. Entre la capacidad interior de uno mismo y la venta del derecho de primogenitura de nuestro pensamiento a los fraudulentos.



Fotografía de Jorge Molder


4 comentarios:

  1. En efecto, la filosofía como forma de vida a la que acoplar toda teorización relevante en consonancia, y no a la inversa. Muy griego en realidad, mínimo ya desde la actitud socrática y escuelas derivadas (hedonistas, escépticos, cínicos, etc). Es lo que Nietzsche está alabando contra las telarañas y momificaciones conceptuales.
    Para el propio Nietzsche los conceptos, teorías o sistemas más abstractos hunden raíces en las inclinaciones vitales y biográficas de sus autores, y allí es donde realmente rastrear su verdad vital y originaria, que coincide con su funcionalidad para la vida, para los instintos vitales de sus protagonistas.

    O no debemos temer la muerte, proseguía la cuádruple receta contra el miedo de Epicuro: mientras estamos nosotros ella no está, y cuando al fin ella está ya no estamos nosotros. La muerte que nos angustia, por tanto, habita en nuestra cabeza precisamente porque estamos vivos: no es la muerte sino su proyección imaginaria dictada por el miedo.
    Tampoco temer el dolor: si se prolonga es que es soportable, y si resulta insoportable no dura mucho. Montaigne repetía mucho aquello de que todo dolor lo imaginamos mucho peor de lejos que cuando nos toca vivirlo en carne, nos acostumbramos e incorporamos como achaque a lo que somos: algo íntimamente tan nuestro como solo pueden serlo las señales en nosotros de nuestra herencia, mundo, vivencias. (Y desde luego no quiere decir una infame coartada para negar sufrimiento a los pobres terminales como hacía Teresa de Calcuta. Qué mayor precepto epicúreo que minimizar dolor, evitar el innecesario). Etc.

    Sus recetas contra el miedo perfilan, en fin, la única felicidad racionalmente viable a la que puede aspirar el ser humano. Tan duramente realista como eso, pero finalmente significa que la vida merece la pena vivirse si no nos la jodemos demasiado entre nosotros por exceso de Hybris o desmesura, sea metafísica, política o de primogenituras subjetivas.
    Y por supuesto la amistad como ingrediente básico de la felicidad...

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  2. Efectivamente, las ideas pueden llegar a cegar la razón....

    Saludos

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  3. Ya se lo dije a alguien hace poco: tus ideas son para ti no tu para tus ideas! Por que ellas te pueden dar todo, pero si te lo quitan, es momento de cambiarlas! Aveces el corsé aprieta demasiado!

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