Una brizna de Chantal Maillard en sus Diarios indios: "¿Cuánto de lo que hacemos lo hacemos por hacerlo y cuánto para contarlo? ¿Qué de nuestra vida está vivido y qué está fotografiado y empaquetado para vivirlo después, cuando pueda ser comunicado? ¿Cuánto de auténtico viaje hay en nuestra vida y cuánto de turismo?" Tal vez deberíamos instalar un cortafuegos, siquiera temporal, entre cada acto en sí de nuestras vidas y esa extensión adulterada de nosotros con la excusa de los demás. No nos basta el instante bruto de nuestros actos, aun sabiendo que ahí somos. Con nuestras imperfecciones, dudas, insuficiencias; en definitiva, auténticos en nuestra bestialidad, por muy revestida de cultura que nos parezca. El miedo (al error, a la incomprensión, al defecto) o la inseguridad (por vernos marginados, por no estar en línea con lo comúnmente admitido) ¿es lo que nos lleva a transformar en materia de comunicación con los otros nuestra veta para que se convierta en mena? Tendencia sospechosa a vivir como segundas o más vidas el relato de lo que nos acontece. En contrapartida, la propuesta de probar el silencio cual cortafuegos.
Fotografía de Saul Leiter
El silencio como cortafuegos es una solución prudente -desde mi punto de vista: un ni frío ni calor, en la vida hay que tomar partido-. Personalmente culpo de esta dualidad que expones a la herencia cultural a la que nos vemos sometidos, no sólo social, sino familiar y personal. Los hay que saben localizarla muy bien y la aíslan con una cierta soltura, y son más libres respecto a esa 'extensión adulterada', pero una gran mayoría sucumbe a las formas aprendidas y al qué dirán.
ResponderEliminarBeso,
Nená
Una gran presentación !
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