Me sale casual al paso una de esas frases que tengo punteadas en la novela Helada, de Thomas Berhard. "Todas las infancias son iguales. Lo único que ocurre es que ésta aparece bajo una luz trivial; aquélla bajo una luz suave y aquella otra bajo una luz infernal." Destellos que señalan que las infancias no son tan iguales. El estado en cuanto tiempo es el mismo, pero ay de esas luces de las que habla con tanta luminosidad Bernhard. Definen y marcan. Permiten ver los pasos o quemarse en su intensidad. Tal vez la infancia no es ni inocencia ni maldad. Ni un estar siempre feliz ni el mundo a añorar rotundamente. La felicidad que se haya encontrado en la infancia es cosa de valorarlo cada cual. La añoranza de aquella época puede estar motivada más por las insuficiencias y frustraciones de la edad adulta. Las luces de la infancia: ¿se encienden con la misma claridad en tiempos de paz o en tiempos de guerra, por ejemplo? ¿En un medio con armonía o en uno conflictivo? Me quedo pensando qué luz alumbró mi niñez. El símil me atrapa.
Ilustración de Carlos Giménez
Sea la que sea esa luz, es luz que alumbra. El horror es vivir en la oscuridad. Sin infancia no hay presente ni conciencia.
ResponderEliminarEs lo que tienen los referentes, siempre volvemos aunque no siempre con las mismas intenciones ni por los mismos motivos. Dicen que los besos con babas son los más sinceros, los más de verdad, que la infancia marca, porque uno no está hecho y es una esponja con ojos.
ResponderEliminarQue cada cosa o "humedad" que va adquiriendo le maravilla, y ésto se va perdiendo.
Descubrir la maravilla conlleva un grado de felicidad, del mismo modo que el hastío, lo contrario.
No sé, no sé, me encantan las cosas que te preguntas...
Cariños,
Nená
Una infancia que tiene esa luz como referencia (la familia es clave...) puede augurar una vida en postivo...
ResponderEliminarSaludos