"Sé la Verdad pero no puedo razonar la Verdad", dice el protagonista del breve cuento La secta de los treinta, de Jorge Luis Borges. ¿Será por esa causa por la que los relatos de Borges están amparados en un halo de misterio y de aparente no conclusión? Sin embargo, hay que ver cómo avanza el autor la argumentación ficticia: "El inapreciable don de comunicarla no me ha sido otorgado. Que otros, más felices que yo, salven a los sectarios por la palabra." Pero la palabra como liberación no queda muy lejos de la palabra como condenación, en vida naturalmente: "Por la palabra o por el fuego. Más vale ser ejecutado que darse muerte." Pero Tánatos, ¿acaso puede ser un desarrollo ineludible de la palabra? ¿O más bien su frustración? No obstante, la muerte sí que es expresiva y contiene una parte decisiva de la Verdad. Los sectarios siempre prefieren la asunción de la Verdad a ciegas que su razonamiento. Lo ambiguo es siempre flotante y aceptable; lo concreto se torna exigencia y profundización. Hay que elegir.
bien, interesante entrada
ResponderEliminarsaludos
Ótima reflexão sobre essa perspectiva do extraordinário Borges, Ariadna!
ResponderEliminarUm abraço
Supongo que nos movernos de un extremo a otro, con todos sus matices. Creo que hay verdades muy difíciles de asumir, y ambigüedades que no salvan de la angustia y del miedo a enfrentarse a la verdad. No decantarse, mirar hacia otro lado...es muy habitual:" Lo ambiguo es siempre flotante y aceptable; lo concreto se torna exigencia y profundización. Hay que elegir.".
ResponderEliminarExcelente reflexión.
Beso.