25.3.24

Robert Walser y su Jakob von Gunten, en la antítesis del trepador social

 


"Nunca olvido que soy un descendiente  de mis antecesores, que comienza desde el último, desde el más ínfimo, peldaño, pero sin poseer las cualidades más necesarias para llegar a la cumbre. O quizá, sí. Todo es posible, pero no tengo fe en esas horas de vanidad, durante las que me ilusiono consiguiendo la fortuna y, por añadidura, el esplendor". Lo dice Jakob von Gunten, el protagonista de la novela homónima de Robert Walser (1878-1956) Lo dice realmente Robert Walser, probablemente de sí mismo. Su propia trayectoria personal, con múltiples oficios y dedicaciones a lo largo de su vida, con sus intentos fallidos en el teatro pero su entrega posterior a fondo como narrador y su particular condición psicológica que le llevaría a estar y no estar en este mundo, confirmaría esa carencia de vanidades.

Robert Walser, o mejor dicho, el protagonista de su Jakob von Gunten continúa: "Carezco verdaderamente de las virtudes del trepador social. A veces soy desvergonzado, pero únicamente porque me va serlo. Por el contrario, la caracterísitica del trepador es de una desvergüenza permanente, disfrazada de modestia, o bien, una desvergonzada -insistentemente desvergonzada- dedicación a la insignificancia. Trepadores de estos existen muchos y se agarran como estúpidos a lo que han conquistado, lo cual se considera un motivo de distinción". Ciertamente es lo que vemos todos los días en nuestro entorno, en los ámbitos laborales o familiares, en el paseo o en las superlativas charlas de bar, en los medios de comunicación o en la política. Gente que se cree que sabe y puede, que no tiene inconveniente en reducir la perspectiva del mundo y del individuo, que no duda en procurar solo para sí mismo a costa del sacrificio del prójimo. Lo que llamamos vulgarmente trepas, una conducta, por no decir lacra, que ha existido siempre y que siempre da codazos y desplaza a gentes más válidas y modestas. Pero el retazo de la novela que he traído aquí no es sino una pincelada de la magnífica obra que es ese Diario (subtitulado así por Walser, titulado Jakob von Gunten, recomendable por más que transcurran tiempos nuevos, más líquidos y ciegos.



  


*El texto escogido procede de la edición de Barral Editores de 1974, traducción del alemán de J. García Hortelano y C.B.Agesta.

1.3.24

Petrarca sobre el enfrentamiento civil (con una reflexión certera de Riki Blanco)

 




Francesco Petrarca (1304-1374) en su obra Remedios para la vida, una joya preciosa:

"DOLOR. La guerra civil nos destruye.

RAZÓN. El nombre de civil viene de ciudadanos, y tú eres uno de ellos. Vigila, pues, que no seas también tú de los que favorecen este mal o de los que tienen parte de culpa. Porque es así como sucede: uno provoca y enciende al otro hasta despertar la furia del pueblo, y el pueblo después enciende y abate a los unos y a los otros. Ningún disturbio público comienza espontáneamente; alimentado por quienes lo provocan, contagia y destruye una ciudad entera. Si me preguntas dónde están las raíces de tal agitación, las hallarás en los errores particulares de los ciudadanos.Te ruego que evites ser uno de los que, con obras o con palabras, encienden el fuego de la contienda civil".

¿A que no suena a algo ni antiguo ni superado? Pone el dedo en la llaga al responsabilizar a los ciudadanos. Su lectura es amplia. En estos tiempos en que tanto se usan los medios de comunicación -voces de sus amos-, las tribunas públicas diversas y las redes sociales para desacreditar con mentiras e infamias las posiciones ideológicas y políticas entre sectores, en lugar de ejercitar un debate claro y razonado, las advertencias de Petrarca, más de seis siglos le contemplan, son más vigorosas y prudentes que nunca. Continúa el aretino:

"Son muchos los que obran así y que, como si las heridas se debiesen a otros, se lamentan y acaban abrasados por el fuego que ellos mismos encendieron. Pero si no te sientes culpable de nada, tu dolor es piadoso y propio de un buen ciudadano que se duele de la común desventura y se consuela con su inocencia. Ninguno de los males humanos es más deplorable que la culpa, y en la opinión de grandes hombres no existe ningún otro mal".

¿A qué lado pertenecemos? ¿A los culpables o a los piadosos? ¿A los que se alegran del mal ajeno y hasta lo justifican o a quienes sufren por las desventuras del género humano? Tal vez Riki Blanco, viñetista de El País, matiza el pensamiento audaz y avanzado de Petrarca. Con la mente en Gaza pero también con el panorama de intoxicación malvada del propio país que habitamos.












*Imagen de Petrarca por Justo de Gante. / Viñeta de Riki Blanco (El País, 29/2/2024) Las citas de Petrarca están extraídas de la edición a cargo de José María Micó de Remedios para la vida, en Editorial Acantilado. 2023.


26.2.24

Por la ciencia jovial, ese matrimonio de la risa y la sabiduría, al decir de Friedrich Nietzsche

 







"El odio, la alegría por el mal ajeno, el afán de robo y de dominio, todo lo que en general se denomina malvado forma parte de una sorprendente economía de la conservación de la especie, de una economía, en efecto, extremadamente costosa, derrochadora y, en términos generales, tremendamente insensata; sin embargo, como ha quedado demostrado, ninguna otra ha conservado a nuestra especie hasta el momento". Friedrich Nietzsche en su obra La ciencia jovial. El argumento se me antoja tan actual como antropológico, y pone el dedo en la llaga. Señala aquellas características práctico morales de las que ninguno de los individuos nos libramos y que cuajan en la colectividad. Continúa Friedrich:

"Desconozco si acaso tú, mi querido semejante y prójimo, eres capaz de vivir perjudicando a la especie, es decir, de un modo 'irracional' y 'malvado'; tal vez lo que hubiera podido perjudicar a la especie ya se ha extinguido desde hace tiempo, y pertenece ahora a esas cuestiones que ni siquiera ya son posibles para Dios. Déjate llevar por tus mejores o peores deseos, pero, sobre todo, ¡perece! En ambos casos seguirás siendo probablemente, en cierta medida, el promotor y el benefactor de la humanidad, y te será lícito tener por ello a quien te alabe, ¡e igualmente al que se burle de ti! Ahora bien, nunca encontrarás a quien, como individuo, sepa cómo burlarse plenamente de ti, de tus mejores aptitudes, nunca encontrarás a  quien pueda hacerte sentir intensamente tu ilimitada pobreza de mosca y de rana de tal modo que se ajuste a la verdad. ¡Reírse de uno mismo tal como se debería reír para que fuera risa desde la verdad plena! ¡He aquí algo para lo que los mejores no han tenido aún suficiente sentido de la verdad y demasiado poco genio los más dotados! ¡Tal vez también haya un futuro para la risa! Algo que ocurrirá cuando el aserto 'la especie lo es todo, uno no es nadie' se haya incorporado a la humanidad, y esta última liberación e irresponsabilidad lleguen a ser accesibles a todo el mundo en todo momento. Tal vez entonces se unan la risa y la sabiduría, tal vez exista entonces una ciencia jovial".

Imagino que no es fácil de entender esta suma de risa y de saber propuesta por el filósofo, aunque ya es muy antiguo el proverbio ríe si sabes -ride si sapis, que cantaba el epigrama de Marcial- y que estamos distantes de convertir la risa en auténtica a partir del conocimiento de las cosas. De momento no se perfila el asentamiento de la risa auténtica como un statu quo de la humanidad y de cada individuo, pero al menos que sea parcial, que sea intentada, que sea asumida por cada cual como un sortilegio personal útil y ético. Tal vez mejoraríamos algo la situación de las cosas.




(El texto de Nietzsche está tomado de la edición de Editorial Gredos, colección Biblioteca de grandes pensadores)


16.2.24

Lúcido Edgar Morin a los casi 103 años en su visión del mundo y del planeta

 








Edgar Morin, filósofo,  casi 103 años, clarividente, lúcido y preocupado por la Humanidad escribe en El País: "Las guerras del presente agravan la acumulación de crisis que afectan a las naciones, alimentadas por el virulento antagonismo entre tres imperios: Estados Unidos, Rusia y China. Las crisis se refuerzan mutuamente en una especie de policrisis ecológica, económica, política, social y civilizatoria que va en aumento". Tal vez no sea nuevo del todo en la historia de la Humanidad, pero también es verdad que probablemente nunca se dio de manera tan completa, extensa y polifacética. De ahí que el filósofo afirme que nos encaminamos hacia posibles catástrofes y avisar de ello, se pregunta, "¿Es esto catastrofismo? Esta palabra exorciza el mal y da una serenidad ilusoria. La policris que vivimos en todo el planetas es una crisis antropológica: es la crisis de la humanidad incapaz de convertirse en Humanidad".

Ahí es nada, o es todo. Que la especie no acaba de constituirse en su carácter constructivo definitivo, y probablemente no sea cosa de buenismos y caridades sino de entregarse a una acción decidida. Afirma Morin: "Hubo un tiempo, no hace tanto, en el que podíamos contemplar un cambio de rumbo. Parece que es demasiado tarde. Por supuesto, puede ocurrir lo improbable y, sobre todo, lo imprevisto. No sabemos si la situación mundial es solamente desesperante o verdaderamente desesperada. Esto significa que, con o sin esperanza, con o sin desesperación, debemos pasar a la Resistencia".

Pero uno se pregunta cómo resistir en un mundo en que los individuos estamos tan maniatados, tan ciegos, tan autocensurados y autosujetos diría yo, y no cabe sino esperar palabras constructivas como las del filósofo: "La resistencia primera y fundamental es la del espíritu. Significa resistir a la intimidación de toda mentira blandida como verdad y al contagio de toda embriaguez colectiva. Siginfica no ceder jamás al delirio de la responsabilidad colectiva de un pueblo o de una etnia. Exige resistir al odio y al desprecio. Impone una preocupación por comprender la complejidad de los problemas y los fenómenos en lugar de ceder a una visión parcial o unilateral. Requiere investigación, verificación de la información y aceptación de las incertidumbre". Propuesta que exige una intervención personal y fuerza una reacción desde nuestros ámbitos más próximos a la presión sobre los poderes que cada equis tiempo votamos o les damos cancha con nuestra abstención. No quisiera uno que fuese misión imposible.



12.2.24

No hay edad para filosofar, una excelente conclusión de Epicuro de Samos

 


El hedonista de Samos: "Que nadie, mientras sea joven, se muestre remiso a filosofar, ni, al llegar a viejo, de filosofar se canse. Porque para alcanzar la salud del alma, nunca se es ni demasiado viejo ni demasiado joven". 

Me traslado al bagaje de mi propio pasado y extraigo mis propias conclusiones. Cuando se es joven se vive la vorágine de la acción por excelencia y si se interrumpe se teme no estar viviendo el día al día en toda su salsa. En mi juventud si nos deteníamos recelábamos de no estar utilizando los mecanismos físicos del cuerpo: el ejercicio, la charla alegre y confiada, el juego, el aprendizaje del amor...Sin embargo recuerdo que en aquellos otros tiempos de menos diversidad de ocio y entretenimiento que ahora, dedicábamos conversaciones gratas en bancos de los jardines públicos o en escaleras de nuestras casas o en las tabernas donde repasábamos unos chatos de vino, cuestionando con ingenio no solo temas de la actualidad sino los sempiternos asuntos tocantes a la vida y  la muerte. Con arreglo a nuestros conocimientos, naturalmente. Y leyendo a Epicuro uno se da cuenta ahora que de alguna manera también filosofábamos. Es decir, al menos deseábamos conocer y para conocer hay que prospectar.

Epicuro sigue diciendo en su carta a Meneceo: "Quien afirma que aún no le ha llegado la hora o que ya le pasó la edad, es como si dijera que para la felicidad no le ha llegado aún el momento, o que ya lo dejó atrás. Así pues, practiquen la filosofía tanto el joven como el viejo; uno, para que, aun envejeciendo, pueda mantenerse joven en su felicidad gracias a los recuerdos del pasado; el otro, para que pueda ser joven y viejo a la vez mostrando su serenidad frente al porvenir. Debemos meditar, por tanto, sobre las cosas que nos reportan felicidad, porque, si disfrutamos de ella, lo poseemos todo y, si nos falta, hacemos todo lo posible para obtenerla".

¡Brillante Epicuro! Propuesta de ejercicio prospectivo del pensamiento como alternativa a una nostalgia fatídica. Propuesta doble al invocar la necesaria serenidad que proporcione en la edad provecta una templanza que nos permita afrontar lo incierto.



2.2.24

El virus de Pilar Salamanca

 




Leído en el blog de la escritora Pilar Salamanca: "Siento una lástima imparable por las calles, las casas, derruidas que se desmoronan entre nubes de polvo en Gaza, la Blanca. Me emociona fuera de todo limite recordar los chiringuitos de la playa y sus espetones de peces recién pescados, las manzanas rojas -igual que las que vendemos aquí en las ferias – cubiertas de azúcar evocando en mi memoria lo mal que me sabían, sollozo por un fragmento casual, por una melodía casual que resuena en mi oído, por un niño reluciente que, por un instante, se lanzó a mis brazos sin conocerme de nada, un tono, un verso, un slogan, un olor, una escena. Lloro, aunque no quiera porque estos ojos incapaces ya no sueltan lágrimas, absorta en el paisaje diluido de tantas pérdidas. Y lo peor es que no creo que ni en el mejor de los casos, esta actitud mía de cínica desesperanza pueda llegar a cambiar".

Cínica desesperanza para unos, hipócrita esperanza para quienes no padecemos el sufrimiento, la muerte y la destrucción por la que está pasando la gente palestina. Pilar Salamanca sabe de qué habla. En primera persona. Adjunto enlace del artículo.










23.1.24

Descripción del alfar, por Vincenzo Consolo

 



"Del barro nace todo lo que es de barro; de la arcilla, cráteras, vasos, ánforas, vasijas, redomas, odres, tinajas, cántaros, cuartos, candelabros para la noche, tulipas blancas. Hidrias, jarros para el aceite". Vincenzo Consolo en su novela De noche, casa por casa. Como un homenaje al barro y al trabajo de torno, Consolo nos recuerda pérdidas: utilización de la materia prima, uso y fin del objeto, técnica y esfuerzo del alfarero. Qué lejos aquellos tiempos en que nada de lo creado entre manos y barro podía ser contaminante jamás. E incluso podría decirse de ello: el barro vuelve al barro, porque también lo roto era reciclable sin opción a interferir los ciclos naturales, algo que el plástico ya vemos el desastre que causa.



Continua Consolo en su preciosa novela: "Va el ceramista a la cantera, a las galerías; en los filones de Torrazzi carga las cestas de sus mulos y sus asnos. Amasa el barro en el foso, lo extiende para que se seque sobre la explanada. Golpea con su maza y alza nubes de polvo. Es el momento del agua y de la mezcla. Prepara el barro comenzando al azar; después, el empastador descalzo, encorvado, da un ritmo, un sentido y una geometría a su danza. Primero es el abanico, en sectores; después, el torbellino, en espiral de caracol; tercero, el círculo, una corona dentro de la otra. Ahora pasa el material al torno. Trabaja, amasa el barro, reúne el material en una bola, la pone sobre el torno, la hace girar, endereza, agujerea, moja, tira de la arcilla, pasa la espátula sobre la forma incierta, quita las rebabas del fondo amplio". ¿No es una descripción detallada y rica de la tarea de un oficio mermado si no prácticamente desaparecido? Los que hemos conocido de cerca un alfar y hemos visto trabajar a sus hombres y mujeres siempre hemos salido envueltos en una especie de encantamiento. Pero no hay magia potagia, solo inteligencia, acción hábil, constancia y esfuerzo, soberano esfuerzo. Y en muchos casos secuelas deformes en los cuerpos.

La descripción de Vincenzo Consolo continua con un léxico y una precisión que maravilla. Sería prolijo insistir en el texto, pero el desarrollo del argumento en la mítica Sicilia bien atrapa al lector que decida acercarse a esta u otras obras del escritor italiano. Además de la citada recomiendo su novela Retablo, que me fascinó.



(Fotografía de Vincenzo Consolo tomada de la página del autor. Fotografía de unos cántaros de alfar de  Priego, Cuenca) 

10.1.24

Aquel poema NO de José Luis Hidalgo

 


Como tantos poetas de aquel tiempo de posguerra española, pocos se acordarán, y menos sabrán entre las generaciones actuales, de José Luis Hidalgo (1919-1947), poeta santanderino muerto a los 27 años. El tema de la muerte es obsesivo en su obra poética. Pero no está menos dispuesto a atender la poesía amorosa, a veces desgarradora también. Y es que como dijo Hidalgo  en una carta al director de una revista de poesía: "Por más vueltas que se le dé, la poesía se hace con pasión, más o menos contenida, pero pasión al fin. Y cada día me revienta más aquella frase de Mallarmé, cuando aseguraba que la poesía se hace con palabras. Esto, en mi opinión es música más o menos celestial". 

Se puede comprobar, pues, este criterio de José Luis Hidalgo en la potencia y la hondura del poema NO, incluido en su libro Raíz

 

NO 

La noche te derriba para que yo te busque
como un loco en la sombra, en el sueño, en la muerte.
Arde mi corazón como pájaro solo.
Tu ausencia me destruye, la vida se ha cerrado.


Qué soledad, qué oscuro, qué luna seca arriba,
qué lejanos viajeros por ignorados cuerpos
preguntan por tu sangre, tus besos, tu latido,
tu inesperada ausencia en la noche creciente.


No te aprietan mis manos y mis ojos te ignoran.
Mis palabras buscándote, en pie, inútilmente.
La quieta noche en mí, horizontal y larga
tendida como un río con las riberas solas.


Pero voy en tu busca, te arranco, te descuajo
de la sombra, del sueño; te clavo en mi recuerdo.
El silencio edifica tu verdad inexpresable.
El mundo se ha cerrado. Conmigo permaneces.