21.12.13

Julio Ramón Ribeyro y el extraño maridaje entre conciencia y felicidad















Cuánto no se pronunciará en vano esa palabra tópico de las próximas fechas que todos tenemos, o nos vemos obligados a tener, en mente. Se materializará con el consumo, arderá en el calor de la gula y sonreirá con la euforia que provoca el estado de alegría inducida por la convención social. El asombroso Julio Ramón Ribeyro en su diario personal La tentación del fracaso: "La felicidad consiste en la pérdida de la conciencia." No es desdeñable la idea. ¿Algo así como una minusvalía del individuo? Continua: "Los estados de éxtasis que producen el amor, la religión, el arte, al desligarnos de nuestra propia conciencia reflexiva, nos aproximan a la felicidad absoluta." Me pregunto si una felicidad por la anulación de la conciencia puede ser felicidad. Y de lo que no dudo es de que la felicidad sea una manifiesta propiedad de nuestra inconsciencia, envuelta en la gasa de lo absoluto y lo sublime. "La conciencia: horrible enfermedad que le ha sobrevenido al género humano. ¿La suprema felicidad la constituye la muerte? Conclusión ilógica. El hombre necesita de la conciencia para darse cuenta de que ha carecido de ella, vale decir para comprender que ha sido feliz." Sin mencionarlo su reflexión parece que nos remitiera al mito del paraíso o acaso a los buenos ratos que en la inmediatez de la vida humana habitan en nosotros. Pero no todo es tan sencillo. "Necesitamos tener conciencia de nuestra felicidad para que ésta tenga alguna significación. Pero apenas nos percatamos de nuestra felicidad ésta desaparece, pues el solo pensar en ella es como un conjuro que desvanece su presencia. La contradicción es irresoluble. Conciencia y felicidad se excluyen y sin embargo no pueden comprenderse la una sin la otra." Sesuda, pero también sofista, la pescadilla que se muerde la cola en un 2 de abril de 1954, cuando Rybeiro apenas contaba veinticinco años.