21.6.14

La Ítaca de José Florencio Martínez




















Hay poetas recónditos que, como la trufa, ¿no resultarán al fin y al cabo los frutos más sabrosos? No son poetas que se esconden porque sí sino que lo suyo no es vivir de exhibirse demasiado (hay de todo, se dirá) Se sazonan en su propio ámbito y descienden a las profundidades donde aprendizaje y madurez se incuban en un dinámico crisol desde donde hacen emerger la propiedad de sus palabras. "Remar era la vida. Y la esperanza," canta uno de estos poetas recónditos, José Florencio Martínez, en su imprescindible poemario Teseo no saldrá del laberinto, editada por In-verso ediciones de poesía. Y así se nos muestra que en aquella búsqueda de Ítaca  -cantada por Homero y más tarde por Cavafis-  aún hay espacios para los matices. Poema Vivir era remar:


"Remar era la vida. Y la esperanza.
Luego llegamos a Ítaca y los sueños
-sin metas ni horizontes- se esfumaron
y las naves se pudren en la playa.

Sin Cíclopes, ni Circes, ni fenicios
a quien comprar sus bellas mercancías,
sin aventuras y experiencias nuevas,
sin belleza es insípida la vida.

En las doradas playas del recuerdo
sólo hay sombras o espectros de los años.
Vivir era remar, soñar… Ahora,

sentados a la sombra de la parra,
sólo esperamos, viendo los confines,
que arribe ya la barca de Caronte."


Y a modo de discrepancia con los últimos versos el lector se escalofría con la calma. Y quiere resistirse: que Caronte se pasee a distancia de la costa, se escucha decir a sí mismo el estremecido lector. Ya sabemos que no hay dique que pueda detener el oleaje fatal. Pero qué ilusión, mientras, alzar frágiles muros de arena. Siquiera como juego. Y qué sentido habrá tenido al menos haber perseguido siempre la belleza, con tal de que nuestra vida no resulte insípida