28.12.14

El testimonio de Blanca Portillo













Blanca Portillo, actriz, entrevistada hoy en El País: "Creo que cualquier religión, cualquier idea que nos lleve a destruir (los fanatismos, en el fondo, plantean una destrucción) nunca merece la pena; nada es tan importante como para poner en riesgo tu vida y la de los demás". Viene a cuento de la dramatización del libro de Colm Tóibín El testamento de María que interpreta actualmente, monológicamente, en Madrid. Y es que más que testamento es testimonio. Porque las palabras que el escritor irlandés pone en boca de la María madre del Cristo son rebeldes, contestatarias, no precisamente de aquiescencia y aceptación de la decisión del hijo y sus seguidores del momento, según el mito. Prosigue la actriz: "Me parece peligroso porque dejas de tener en cuenta el valor de la vida. No entiendo que nadie se llene de explosivos y vuele un mercado. Ninguna idea puede justificarlo." Portillo pone un ejemplo actual de una religión del Libro que, como las otras dos primas hermanas, persisten a machamartillo y a sangre y fuego si la coyuntura lo exige. El problema de los riesgos de los que invocan la salvación  -desde cualquier ideología-  es que embarcan a todos. Quieren obligar a salvarnos a todos. Lo malo es que quienes lo preconizan siembran la cizaña, los odios y la violencia, y siempre nos hunden más en la destrucción. Repásese el currículo de esas llamadas religiones del Libro y véanse objetivamente los daños causados, de los que no se salvan ni sus dioses ni sus profetas. 




23.12.14

Joe Cocker: los grandes pasan














Cielo, de Leonard Cohen:


"Los grandes pasan
pasan sin tocarse
pasan sin mirarse
cada uno sumido en el gozo
cada uno en su fuego.
No tienen necesidad
el uno del otro
tienen la más profunda de las necesidades.
Los grandes pasan.

Registrados en algún cielo múltiple
grabados en alguna risa sin fin
pasan
como estrellas de diferentes estaciones
como meteoros de diferentes siglos.

Fuego inalterado
por el fuego que pasa
risa inatacada
por el confort
se pasan los unos a los otros
sin tocarse sin mirarse
necesitando saber tan sólo
que los grandes pasan.







15.12.14

Los poetas desafían la Muerte (a su manera)















Odysseas Elytis en Antes que Nada la Poesía: "He ahí por qué escribo. Porque la Poesía empieza ahí donde la última palabra no la tiene la Muerte". ¿El medio -léase aquí poesía- es la salvación, aunque ésta no llegue jamás? ¿O es solamente un modo de dar largas? No en vano Elytis había dicho también que el ser humano está obsesionado con condenarse. Y no le falta base: como buen griego bebe de los ancestrales mitos que han impregnado nuestra cultura. Pero ¿puede uno evitar el fracaso que supone la Muerte si a la vez no nos libramos en vida de otras muertes cotidianas? "La vida es lo que tú tocas", recitaba Pedro Salinas en La voz a ti debida. Vivir desafiando, vivir comprobando, vivir echando pulsos a aquello que nos condena en vida. Escribir puede ser un modo, pero no el único. Después de todo ¿basta con el recurso de escribir si luego no nos entendemos con los demás, por ejemplo? Tal vez nos salvemos en cada momento en que lo que hagamos adquiera sentido. ¿O es esa persecución desmesurada llamada Amor en lo que tratamos de ratificarnos? Me persigue esta estrofa de Salinas:

"Tú vives siempre en tus actos.
Con la punta de tus dedos
pulsas el mundo, le arrancas
auroras, triunfos, colores,
alegrías: es tu música.
La vida es lo que tú tocas."













10.12.14

A vueltas (por casualidad) con el deseo















Redundando, no obstante salir por casualidad al encuentro las citas literarias: "Porque el deseo es un no lugar en el que todos los caminos vertiginosamente se confunden". José Ángel Valente en Palais de Justice. ¿Algo así como una ruta de perplejos en el vacío? ¿O una encrucijada improbable en que todas las posibilidades se activan ante la indecisión o bien frente a una decisión demasiado apresurada? Más leña al fuego por parte de monsieur Roland Barthes: "¡Te amo, te amo! Surgido del cuerpo, irreprimible, repetido, todo ese paroxismo de la declaración amorosa, ¿no esconderá una carencia? No habría necesidad de decir esa palabra si no se tuviese que oscurecer, como hace el calamar con su tinta, el fracaso del deseo bajo el exceso de su afirmación". ¿Será que el deseo apuesta por sí mismo ignorando un más allá? ¿Será que el más allá, eso llamado por la cultura equívocamente amor, será la traición de lo más natural, lo más nutriente, lo instintivo?



Fotografía de Herbert List




5.12.14

William Blake y Luis Cernuda se contestan





















Embriagante William Blake:

"¿Qué requiere de la mujer el hombre?
Las formas del Deseo satisfecho.
¿Qué requiere del hombre la mujer?
Las formas del Deseo satisfecho".

Toma y daca de una exigencia que no siempre va a la par. Y que no siempre se requiere. Naturalmente, el tema podría desencadenar una cadena de preguntas. Acaso ya lo ha hecho y la historia de la poesía, de la literatura, de la música o del cine está conducida por una dicotomía deseo/amor cuya divergencia innata muchas veces solo puede encontrarse en el infinito. ¿No es al fin y al cabo un efecto del Universo también? Lo tenía claro el inmenso Luis Cernuda:

"No decía palabras,
Acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,
Porque ignoraba que el deseo es una pregunta
Cuya respuesta no existe,
Una hoja cuya rama no existe,
Un mundo cuyo cielo no existe".