12.10.13

Ulises lloró
















Odisea, canto VIII: "Y se acercó el heraldo con el deseable aedo a quien Musa amó mucho y le había dado lo bueno y lo malo: le privó de los ojos, pero le concedió el dulce canto." Qué antiguo el ejercicio de la poesía y el canto, algo vinculado y recitado en alta voz. En la visita de Ulises a los feacios, el banquete es una reconciliación: "Y cuando hubieron arrojado el deseo de comida y bebida, Musa empujó al aedo a que cantara la gloria de los guerreros con un canto cuya fama llegaba entonces al ancho cielo: la disputa de Odiseo y del Pelida Aquiles." La narración declamada penetraba en todos los presentes. No era solamente un vehículo de relato de hechos acontecidos que iban trasladándose por doquier. Su misión residía en tocar los corazones. El seguro y firme Ulises no iba a ser menos. 

¿La poesía como dardo o como conciencia? Describe el relato homérico: "Entonces Odiseo tomó con sus pesadas manos su grande, purpúrea manta; se lo echó par encima de la cabeza y cubrió su hermoso rostro; le daba vergüenza dejar caer lágrimas bajo sus párpados delante de los feacios. Siempre que el divino aedo dejaba de cantar se enjugaba las lágrimas y retiraba el manto de su cabeza y, tomando una copa doble, hacía libaciones a los dioses." ¿Era el banquete lo reconciliador o el poder prodigioso de la poesía? En los orígenes de la cultura griega el canto y la poesía juegan ese papel de relajación, de encuentro, de exorcismo de los enfrentamientos . Dice Hans-Georg Gadamer al respecto en su libro Mito y razón: "Cuando surgen tensiones y amenaza la discordia, entonces se apela al rapsoda, que sabe fundar nuevos espacios comunes en la vida social." No puedo por menos que preguntarme si ese espíritu se mantiene hoy día en nuestras complejas sociedades, aunque sea bajo otras formas y otras atenciones. Afirma el sabio Gadamer que "los rapsodas jugaron desde los primeros tiempos ese papel y se implicaron ya en las primeras organizaciones sociales para eliminar la discordia que surgía." Uno, ingenua pero intencionadamente, desearía que en los foros de los gestores de toda clase se mantuviera presente la antiquísima figura del poeta. Naturalmente, no es poco si la mantenemos en el ámbito de nuestros hogares y en los núcleos sociales más inmediatos, por muy menores que estos sean. Pues si Ulises lloró al escuchar las narraciones de Troya, ¿no íbamos a hacerlo nosotros desde nuestra pequeñez? ¿Lo harán también alguna vez para desnudar sus debilidades y poblarse de cordura los hombres de poder de la Tierra? 




Pintura de Balbi López Santos