28.7.14

Fadhil Thamir y la falta de fe literaria















Cuando le pregunta el periodista al crítico literario bagdadí Fadhil Thamir si es cierto que en Irak se lee lo que El Cairo escribe y Beirut publica (según un viejo dicho de la zona) el crítico responde: "Ahora ya no: tras las guerras la gente perdió la fe en la literatura". ¿Sería porque lo real y tangible se había impuesto incluso literariamente, a base de sangre, fuego y sufrimiento? ¿O porque lo esencial en los momentos terribles de un país que se deshace en pedazos es sobrevivir y lamentarse por las heridas? ¿O acaso porque todos los ingredientes literarios ya se fraguan de tal manera en el horno del padecimiento que sobran las palabras que fingen? Ante la presencia de la barbarie, la fe humana quiebra, con dioses o sin dioses. Me viene a la memoria aquel comentario de Adorno sobre Auschwitz, si bien sobre la capacidad de escribir tras el exterminio, y que rebusco: "Incluso la conciencia más radical del desastre corre el riesgo de degenerar en cháchara. La crítica de la cultura se ve confrontada al último grado de la dialéctica entre cultura y barbarie: escribir un poema después de Auschwitz es bárbaro, y este hecho afecta incluso al conocimiento y explica por qué se ha hecho imposible escribir poesía en la actualidad". Fue Primo Levi, superviviente afortunado de las matanzas, el que puso su guinda: "Tras Autschwitz no se puede escribir poesía, salvo sobre Auschwitz". Naturalmente uno piensa en los viejos ejercicios de escribir y contar y de leer las historias y las maneras de vivir la vida bajo el prisma ficcionado, y cómo pueden verse afectados por largo tiempo...hasta que el tiempo introduzca nuevas visiones o recupere las viejas.  



26.7.14

De arados y armas, desde el Libro del Tao















Leído en el texto LXXV del Libro del Tao:

"Las armas,
instrumentos nefastos.
Detestadas por las cosas,
el hombre que posee el dao no las emplea".

Visto cómo está el mundo y los riesgos que se van acumulando no parece que el dao interese mucho a los habitantes del planeta. Mucho menos a sus dirigentes ciegos. Y como dao digo prudencia, sabiduría, nobleza, pacificación, construcción del hombre. ¿Invocamos de nuevo y una vez más el desarrollo de los arados como contrapartida? Pero no ocultemos el pasado de la humanidad. El sílex fue materia para obtener el alimento y para disputárselo a otros homínidos. El hierro fue elemento para construir, cazar y también imponerse a otros grupos. Las energías modernas proporcionan mejoras y bienestar (relativo) y también amedrentamiento y destrucción. Extraño y contradictorio viaje el de los arados y las armas, aunque se dirá que más bien complementario. Complementario para la vida y para la muerte. Del dao ni se sabe dónde mora, dónde flota, en qué corazones es acogido. Existir existirá, pero no se muestra. Seguiremos esperando el camino, a la vez que lo recorremos, Lao Zi.





24.7.14

No querer ser el que se es, fantasea Giovanni Papini














¿Quién no ha sentido alguna vez el deseo de no ser uno mismo? Habrá quien diga que incluso con frecuencia. Anhelo, ficción, fantasía, reniego. Según las circunstancias límite, según la desesperación, según la curiosidad, según el grado de abulia. Giovanni Papini en su cuento No quiero ser más el que soy:  "Me esforzaré por conservar la calma. Trataré de ser claro. Elegiré la fórmula más neta, más simple, más natural: Me he dado cuenta de que no puedo ser yo mismo. Me he dado cuenta de que no podré nunca -nunca, ¿comprenden?-, de que no podré nunca cesar de ser yo mismo. Quizá no me haya explicado bastante. Veamos: yo quisiera, pues, cambiar. Pero cambiar seriamente -¿comprenden?-; cambiar completamente, enteramente, radicalmente. Ser otro, en síntesis. Ser otro que no tuviera ninguna relación conmigo, que no tuviera el mínimo punto de contacto, que ni siquiera me conociese, que nunca me hubiera conocido". El poder de ser lo opuesto que en este caso no es lo complementario. Ser otro absolutamente implicaría no ser ya el mismo. Pero el poder de la cursiva viene al encuentro del narrador. Aunque no sepa ser yo mismo tampoco puedo ser otro porque no puedo dejar de ser el que soy y siempre será así porque nunca nunca nunca podré ¿cambiar?, me da en emular a Papini. Tal vez hay que relativizar la idea del cambio. Simplemente teniendo conciencia más efectiva de lo mucho que cambiamos a cada paso de nuestros días. Tal vez tratando de coger un poco más el toro por los cuernos, antes de que nuestras defensas vitales nos pidan lo imposible. 



19.7.14

Robert Desnos, poeta del amor y de la resistencia




















Congoja de leer por la noche a Robert Desnos. ¿Quién recuerda al poeta hiriente y herido? ¿Cuántos lo conocen en nuestro país? Y sin embargo qué necesidad seguimos teniendo de leer versos tan contundentes como este: "Amo el amor, su ternura y su crueldad". ¿Amar sin precio? ¿Amar sin expectativas? ¿Amar para sobrevivir? ¿Amar con todas sus consecuencias, incluidas las del desamor? ¿Amar malgré lui? "Piensa, se lo ordeno a tu fantasma familiar, que fui el único que te amó más y que es una pena que no lo hayas sabido", canta melancólicamente en su bello poema A la misteriosa. Desnos tiene dos hermosas obras cual epopeyas sobre el amor: A la misteriosa y Las tinieblas, en cierto modo complementarias. Pero ¿qué no fue complementario en su amorosa creación literaria? Acaso su extensa e intensa expresión poética fue lo menos frustrado. Él, el poeta del amor inalcanzado, el suplicante de la mujer que nunca llegó a responder a sus requerimientos, el resistente político sacrificial, el surrealista que rasgó la moda surrealista, el hombre que arriesgó hasta el fin sus convicciones para acabar pereciendo por mano nazi en Terezin con solo cuarenta y cinco años. Tal vez su vida fuera en gran medida lo que expresa en el primer verso del poema que viene a continuación, He soñado tanto contigo. Vivir la vida con un sentido onírico suficientemente lúcido para que tenga sentido por sí mismo vivir. O siquiera para resistir al empuje de la propia existencia. 


   "He soñado tanto contigo que pierdes tu realidad.
   ¿Aún es tiempo de alcanzar ese cuerpo vivo y de besar en esa boca el nacimiento de la voz amada?
   He soñado tanto contigo que mis brazos acostumbrados, de tanto estrechar tu sombra, a cruzarse sobre mi pecho, no se adaptarían al contorno de tu cuerpo, quizás.
   Y ante la apariencia real de lo que me obsesiona y me gobierna desde hace días y años, me convertiría sin duda en una sombra.
   Oh balanzas sentimentales.
   He soñado tanto contigo que ya no es tiempo sin duda de despertar. Duermo de pie, el cuerpo expuesto a todas las apariencias de la vida y del amor y tú, la única que hoy cuenta para mí, has de saber que me sería más difícil tocar tu frente y tus labios que los primeros labios y la primera frente que llegaran.
   He soñado tanto contigo, caminado tanto, hablado tanto, me he acostado tantas veces con tu fantasma que ya no me queda más quizá, y sin embargo, que ser fantasma entre los fantasmas, y cien veces más sombra que la sombra que se pasea y se paseará alegremente por el reloj de sol de tu vida."


(Versión de Ada Salas y Juan Abeleira de la edición en Poesía Hiperión) 



14.7.14

El Prometeo de Juan Gelman















Poeta Juan Gelman: "Prometeo nunca dijo cómo se roba el fuego." Pero la acción precedió a la teoría. Y desde el mito la historia se repite sin saber si somos algo que no sea mito. "Prometeo nunca dijo cómo se roba el fuego / cómo la muerte al muerto / cómo las manos a recibir su nada. Los límites se ahogan en sus límites y nadie les da un pañuelo para que lloren de una buena vez." ¿Quién dijo que los límites existen? ¿No serán una invención para mantener encadenada a la tribu de Prometeo? ¿Por qué la cadena tiene que ser de eslabones perecederos? ¿Por qué no puede ser de propósitos y despropósitos? Empeño de los hombres en ser eternos exiliados de la fantasía. Sólo el fuego de Prometeo salva y hace libres si fragua la imaginación. La que reconoce la materia y se recrea en ella, ahuyentando primero el tiempo y a continuación la ignorancia. También canta Gelman en su bellísimo último libro Hoy: "El exilio del goce, las potencias sin orden del espíritu, espejos de la filosofía inventada. Vale la pena dar la vida por un gorjeo de canario con fresco olor y nadie que lo ensucie."



11.7.14

La naciente soledad de Chantal Maillard













"Nadie puede hacerme daño." Chantal Maillard en sus Diarios 1996-1998, también titulados Filosofía en los días críticos. ¿Puede cualquiera hacer esta afirmación con la contundencia que manifiesta la poeta? Rodeados de inseguridades y de acechanzas, poco parece ser tan firme y claro como que somos vulnerables. Y que estamos a merced del primero -individuo o circunstancia- que se encare con nosotros; siquiera nuestra desconocida intimidad puede ser nuestro enemigo. Pero hay algo más allá de uno mismo. Prosigue Chantal: "Me duele el dolor de otros. Convierto el amor en deseo; amo con desmesura. Nadie puede dañarme." Esa dolencia que causa el sufrimiento ajeno, ¿no es precisamente la vuelta de tuerca que cabe esperar para los más sensibles en la sucesión de ciclos de la vida? ¿Potenciamos el amor como conducta y no solo como invocación y palabra? ¿Es el amor un escudo o una creación? La poeta hace de sus sentimientos un manifiesto: "Aflora el gozo, el extraño gozo, tímidamente, allí en el centro de lo que no soy, siendo más. Allí, el germen de la libertad; todo es posible, todo, y no quepo en mí. Mi soledad es el lugar donde nace el universo." Conceptos que son propuestas que cada cual debe definir: el disfrute, la libertad, la soledad, la totalidad...O cómo hacer de lo relativo una constante que nos aliente. Todo es naciente dentro de nosotros. ¿Quién dijo que cada territorio de hombre es una maldita alienación, pudiendo ser una venturosa alienidad



9.7.14

Los tiempos muertos de Laloux y Topor













"En un lugar, en una galaxia muy poblada, hay un planeta como cualquier otro. Las criaturas de este mundo tienen cuatro miembros. Los dos inferiores les permiten moverse adelante y atrás, y los dos superiores les permiten matar. Hombre. Principal recurso: muerte. Viven por eso. Incluso mueren por eso." Así comienza una peliculita de 1964 dirigida por René Laloux sobre dibujos de Roland Topor, titulada Les temps morts. Versión ácida y aparentemente parcial, pero ¿alguien puede decir que están equivocados los autores con en esta interpretación? ¿No es acaso la muerte del hombre por el hombre una presencia en la Historia que algunos ensalzan cínicamente con la denominación de la épica? ¿No es la violencia y el daño una práctica ordinaria y axial en el transcurso y acontecer de eso llamado Humanidad? Pero no siempre el ser humano está matando y destruyendo, se podrá objetar. En un momento del film, la voz narradora se cuestiona: "¿Y qué hace un hombre cuando no está matando a otro hombre? ¡Mata todo lo que se le parece!" He ahí la respuesta a la objeción. He ahí la clave de una especie depredadora que parece asimilar su condición con la mayor naturalidad.

Mejor, pasar a ver la película. Al final cabe pensar: ¿qué fue de aquella pléyade de intelectuales y agotadores franceses que registraron libros y películas semejante a Les temps morts? Los dibujos de Topor, con ese eco de Goya, logra transmitirnos la frialdad de las relaciones humanas cuando estas se deslizan por el filo del mal.





7.7.14

Marco Aurelio en sus deliciosas Meditaciones














Que Marco Aurelio fuera emperador no le hacía ni mejor ni peor. Lo suyo, además del mantenimiento del Imperio era el sano ejercicio del pensamiento. Sabía bien cómo la intensidad no riñe con lo efímero, y que no hay que esperar más de las cosas que aquello que pueden darnos en su justa medida: "El tiempo de la vida humana, un punto; su sustancia, fluyente; su sensación, turbia; la composición del conjunto del cuerpo, fácilmente corruptible; su alma, una peonza; su fortuna, algo difícil de conjeturar; su fama, indescifrable. En pocas palabras: todo lo que pertenece al cuerpo, un río; sueño y vapor, lo que es propio del alma; la vida, guerra y estancia en tierra extraña; la fama póstuma, olvido." En el capítulo II de sus Meditaciones puede parecer pesimista, pero la experiencia de la vida le hace concluir en lo que es. ¿Se queda ahí? En absoluto, pues continua: "¿Qué, pues, puede darnos compañía? Única y exclusivamente la filosofía."

Dicho de este modo el lector de hoy, sumergido como cualquier habitante del planeta Consumo en lo aparente y líquido, considerará la conclusión de Marco Aurelio como una aspiración trasnochada, propia de ancianos que ya no tienen vuelta de hoja de la vida. Pero su concepto de la filosofía es firme y claro: "Y ésta consiste en preservar el guía interior, exento de ultrajes y de daño, dueño de placeres y penas, sin hacer nada al azar, sin valerse de la mentira ni de la hipocresía, al margen de lo que otro haga o deje de hacer; más aún, aceptando lo que acontece y se le asigna como procediendo de aquel lugar de donde él mismo ha venido." Lo que nos propone, y permanece tantos siglos después en activo, ¿no es sino un tratado del saber vivir y conducirse más propio de gente que aún tiene toda la vida por delante que de ancianos desahuciados?

Naturalmente, además de político y militar, Marco Aurelio es un reflexivo delicioso. Sus expectativas de la vida ¿no las iba a rematar con la certeza de quien ha visto a tantos ser llevados por Caronte en su barca? De ahí que no olvide: "Y sobre todo, aguardando la muerte con pensamiento favorable, en la convicción de que ésta no es otra cosa que disolución de elementos de que está compuesto cada ser vivo. Y si para los mismos elementos nada temible hay en el hecho de que cada uno se transforme de continuo en otro, ¿por qué recelar de la transformación y disolución de todas las cosas? Pues esto es conforme a la naturaleza, y nada es malo si es conforme a la naturaleza."

La sabiduría no es hacer disquisiciones sobre lo abstracto o investigar la materia concreta y parcial de los elementos. Es sobre todo marcar direcciones para el camino y disponer del calzado apropiado. Desbrozarlo y andarlo con la libertad clara de quien lo quiere recorrer con conocimiento de causa.


5.7.14

Glenn Gould, prestidigitador y fetal














Pianista Glenn Gould, en una entrevista a principios de los 70: "Lo que ocurre entre mi mano izquierda y mi mano derecha es un asunto privado que no le importa a nadie." Y sin embargo lo que tenía lugar entre ambas manos era y no era un juego, era y no era un ejercicio, era y no era invención. Todo su cuerpo involucrado, ignoramos de qué manera repercutiría sobre su espalda aquellas posturas, la arqueada inclinación sobre el teclado. Pero eso, ¿qué nos importa a nosotros, morbosos espectadores, que solo deberemos dejarnos llevar por la colección de arpegios para gozar del resultado del piano que habla como la emoción misma? Nos admirábamos con las manos que salpicaban las teclas de manera loca (aparentemente) o con su propia posición fetal que adquirían la forma de un ovillo de sonidos o con el tarareo que musitaba como acompañamiento sin fin a cuanta nota arrancaba de la partitura. Aquella frase de un profeta, no sé si carnal o literario, "que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha", no tiene mucho valor en el caso Glenn. El sabía, siquiera de manera subrepticia y sensorial, lo que hacía, pues las sensaciones son tan inteligentes como la capacidad de racionalizar.  Prestidigitación al fin y al cabo, sin trucos, pues no me cabe duda de que sus manos sabían lo que tramaban. Era la historia de una complicidad con la mente, que ordenaba y desordenaba a discreción los ritmos que no se le resistían jamás. Era el elemento travieso, que diría el compositor y pianista Dimitri Mitropoulos. Y es que en toda expresión, la travesura vivifica tanto...Tal vez porque es el último elemento natural y primario que nos sigue vinculando al origen de la materia. Hasta en un músico.




2.7.14

Tempus edax, entre Ovidio y Hermannus Posthumus



















"Tú, tiempo devorador de las cosas, y
tú, envidiosa vejez, todo lo destruis."

Reproche de Ovidio en el libro XV de su Metamorfosis, y si bien se refiere a los cuerpos y en general a la vida de los hombres se podría extrapolar a las obras de estos. Un pintor holandés del siglo XVI poco conocido, llamado Hermannus Postuhumus y que, como tantos otros del Norte, se sintió atraído y atrapado por la grandiosidad de los restos romanos, lo interpretó en uno de sus cuadros. Un paisaje que él reinventa en base a una acumulación atosigadora de ruinas de edificios, de esculturas y de inscripciones que se hallarían desperdigadas por Roma. Tal vez Ovidio fijaba con su Tempus edax el ineludible destino que marca las culturas y las vidas que se han sucedido. ¿Sería su manera de desahogarse, echando en cara al transcurso y la accidentalidad  -no otra cosa es el tiempo-   los límites a los que nos condena? El tiempo: ese perturbador elemento, entre abstracción y sentencia. Al lema de Ovidio solo se me ocurre replicar con otro clásico: Carpe diem.