9.2.14

Mia Couto y el miedo














"El miedo fue uno de mis primeros maestros". Mia Couto en La maleta. Para quien más o quien menos ha sido una constante en su niñez. Maestro, acompañante o acechador, el miedo nos ha formado paralelamente a otros aprendizajes. Por supuesto, el miedo no ha sido ni es del mismo calibre para unos y otros pobladores de la Tierra. Ni siquiera en el mismo tiempo histórico, porque no hay un único tiempo en el que todos estemos inmersos al cien por cien. Entre un coco abstracto, un comunista, un papista o los chinos que comían niños (caso que cita Couto para su país, Mozambique) la única diferencia de unas culturas u otras, de unas naciones u otras, reside en el objeto formal con que se reviste el miedo. Capitalizado en determinados nombres y alimentado por unas prácticas, frecuentemente inventadas para asustar. No solo para asustar, sino para conseguir sometimientos. Porque el miedo no es propiedad exclusiva de niños, no tenemos más que mirar en el entorno de los adultos. Aunque los miedos más terribles se llaman hambre, enfermedad y miseria, hay muchos más y detrás siempre existen oscuras intenciones. 

"El maniqueísmo que sostenía la guerra fría no se desarmó e inventó otras geografías del miedo...como los miedos se tratan de entidades demoníacas, no bastan los seculares medios de gobernación. Necesitamos la intervención divina, razones que están más allá de cualquier lógica. Lo que era ideología pasó a ser creencia, lo que era política se convirtió en religión, lo que era religión pasó a ser estrategia del poder", afirma Mia Couto en una síntesis bien clarificante. El miedo es lo más azuzado por hombres e instancias que, a su vez, tienen miedo. Puesto que se sabe que reside en lo más íntimo del hombre también los generadores de miedo saben cómo manipular el miedo. No hay estamento social, político o económico que no aproveche esa intimidad donde el ser humano se siente débil en su soledad para influir en él. A través del miedo se obtienen compradores, vendedores, votantes, protegidos, fieles religiosos, fanáticos o simples resignados y pasotas. Todo estos especímenes sirven para para responder a los extensos y diversos negocios del acatamiento y a la entrega de la primogenitura de la libertad por parte de los individuos. La dimensión del miedo en la presencia de la vida colectiva cotidiana  -acelerándola o demorándola-  es tal en estos tiempos y va siendo de algún modo tan desentrañado por quienes no quieren ceder a él que Couto sentencia: "Ahora hay quien tiene miedo de que el miedo acabe".