24.2.14

Schopenhauer y su defensa del diletante
















"¡Dilettantes, dilettantes! Éste es el término de desprecio aplicado a aquellos que cultivan una ciencia o un arte tan sólo por el goce que experimentan." Arthur Schopenhauer en La erudición y los eruditos. En realidad, lo que me ha recordado la reflexión del filósofo es el reciente y ya institucionalizado acontecimiento mercantil de la Feria ARCO en Madrid. El mercado habitual que hace unos años deslumbraba y ahora se menciona en menor medida en los media salvo para los iniciados en dicho comercio y los que disponen la circulación del arte-mercancía. 

Schopenhauer reivindica a los contemplan el arte por el propio disfrute -per il loro diletto, dice él- "llamados con desprecio por aquellos que se consagran a lo mismo con miras de provecho, y no se sienten atraídos hacia ello más que por la perspectiva del dinero que ganarán."  En la viña de arte hay mucha hierba que escardar y no por hacer oficio de la vocación se justifica más el propósito y, por supuesto, no se garantiza necesariamente un resultado más exitoso. "El aficionado  -continua el filósofo- considera la cosa como un fin, y el hombre de oficio solamente como un medio." ¿A tanto llega el justiprecio que parece que si no actúa conforme a sus fluctuaciones mercantiles no hay un reconocimiento cualitativo de la obra creada? Una tasación no debería limitar el perfil imaginativo del arte. Por sí misma no designa calidad. Pasa un poco como en el mundo literario patrocinado por las editoriales que quieren vender sobre seguro, entiéndase pues sobre encargo. 

"Sólo aquel que se interesa directamente en una cosa, y que la practica por amor, con amore, la tomará completamente en serio. De esta clase de hombres, y no de los mercenarios, han salido siempre las mayores iniciativas", concluyen el alemán. Dos mundos se enfrentan con frecuencia en el cultivo del arte y el conocimiento. El talento no lo proporciona el mercado, aunque los medios que éste pone en circulación copen las aplicaciones efectivas. Al diletante, al aficionado, le gusta recrearse: pintar, esculpir, fotografiar, hacer cerámica, filosofar, escribir...tan solo por la propia pasión de disponer tales ejercicios y encontrarse a gusto en ellos. ¿Os parece poco?





3 comentarios:

  1. Esta reflexión merece la pena en un mundo que se rige por el beneficio puero y duro. Shopenhauer teorizaba con mucho tino, cosa asombrosa si sabemos cómo vivió.
    Era un tipo la mar de extravagante. A sus caniches -tuvo muchos- les trataba con mucha solemnidad, les daba el nombre de "señor", los adoraba y trataba con delirio de padre consentidor y amante.
    Era un hombre quejica a quien molestaba todo, en particular los tardones que entraban en el teatro cuando ya había comenzado la obra, gritaba y los ponía a parir. Cuando no escribía de filosofía se dedicaba a enviar quejas de todo lo que le incordiaba a los periódicos.
    De las mujeres opinaban que eran seres pueriles y limitados. Pobrecillo, al final parece que se enamoró pero sin concretar nada. Aparte de esto, fue capaz de escribir sobre la felicidad humana con mucho sentimiento y razón, aunque él no pudo disfrutar de sus propios planteamientos vitales y filosóficos.

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  2. Y no dejan de tener importancia sus ideas, más en estos tiempos en que el mecenazgo está perdiendo su lugar tradicional. Esperemos que acabe traduciéndose en una mayor calidad artística, aunque los vaivenes del mercado y la tecnología de la información ni mucho menos son el único factor.
    ¡Un abrazo! ^_^

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