2.2.14

La fatalidad avistada por Fernando Vallejo














Jorge Volpi pregunta a Fernando Vallejo en Babelia: "Me parece que la novela conserva cierto optimismo".

Fernando Vallejo: "Optimismo no, porque al optimismo lo destruye la razón. Todos vemos que vamos hacia una guerra nuclear, que esto es un desastre, que esto es la mentira, que esto es un mundo en manos de impostores y de charlatanes." 

No es que Vallejo nos descubra el mundo, pero está bien escuchar cosas así. Probablemente entre las patrañas de los controladores y manipuladores de la vida cotidiana y la decisión final que pueden reservarse los mismos si no salen las cosas como ellos quieren no haya más que un trecho. De cualquier modo, sea mayor o menor la distancia, nos suele parecer que es un horror imaginar la fatalidad. Cuando realmente el horror es la fatalidad misma que se incuba cada día. Y respecto a la cual permanecemos ciegos, tontos, ilusos, impasibles o ¡espectadores! Como si la realidad no fuera con nosotros y viéramos la película desde el sofá.  

Salto de calidad positiva del escritor colombiano: "Pero si algo me genera un poco de felicidad, es todo lo que importa. He tenido momentos de felicidad, y a lo mejor más que la mayoría, porque tuve muchos en la infancia, cuando en general la infancia es miserable. La mía fue alegre dentro de lo que cabe; ya después la retraté como un infierno por lo que tenía de infierno, pero también tenía algo de paraíso que se fue; se quedó atrás, se quedó atrás mi juventud, se quedó atrás el país de mi juventud, el país de mi niñez, la ciudad de mi niñez, la ciudad de mi juventud, este México mismo que yo conocí cuando llegué ya se quedó tan atrás, está tan lejano." El recurso a la infancia como estadio, patria o tiempo de felicidad -no obstante las modestias y miserias que cada cual haya tenido como escuela de la vida- parece instalarse en la consolación. ¿No puede haber más felicidad que ese recuerdo, aquella experiencia, tal disfrute pretérito?



 Fotografía de Sophie Bassouls, Agencia Sygma


8 comentarios:

  1. Le doy la razón a Vallejo. Cuesta orientarse entre las bobadas escritas -por quintales- calificadas de literatura de rompe y rasga y último éxito de la temporada.
    Es el sello de la mercantilización de todo lo que se mueve.
    El optimismo del corazón lo reservo para esas líneas escritas que nos pone en marcha el circuito de la inteligencia y de las emociones. Que no es poco, el resto que siga en las estanterias de los supermercados culturales, simpre habrá alguien que los compre.

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  2. No creo en la infancia como el recurso del paraíso, tan dado, tan manidamente nombrado y recreado (todos la recreamos, yo misma, que no considero haya tenido infancia infeliz). Existe otra memoria vertical que sí nos lleva directos al paraíso. Y a pocos poetas se la he visto recrear. A Tomás Segovia por ejemplo.

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  3. Me ha llamado la atención el párrafo que dedica a la infancia, porque en él he visto reflejada la mía.

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  4. Si realmente la razón destruye el optimismo, vamos de purito culo. En ese supuesto la razón ¿qué construye?
    ¿Que si la infancia es el refugio de la felicidad? Para nada. La felicidad se sucede a lo largo de la vida en espacios casi siempre breves -no vayamos a empacharnos-, pero solemos volver la mirada a aquella otra época porque carecíamos de la reflexión que hacemos de y sobre todo, y eso nos acercaba de alguna manera a una inconsciencia de lo menos grato. Pero todos sabemos que ha habido infancias terribles, y lo mismo con las aburrescencias....

    Ah, soy Nená, que vengo con traje de pobre

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  5. Podría ser un grado notable de conocimiento ese recurso a la infancia. No a "nuestra" infancia concreta, sino a ese amasijo de abandonos que se considera la infancia, esa pista de despegue para aviones sin destino.
    Abrazos, siempre

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  6. "La infancia es a veces un paraíso perdido. Pero otras veces es un infierno de mierda" (Mario Benedetti). En un caso u otro los pedazos de felicidad los vas encontrando por el camino, al andar... ¡Feliz lunes!

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  7. Que gracioso el periodista, "cierto optimismo" en Vallejo. Menos mal que no se lo tomó como una injuria personal.

    Saludos

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