3.8.13

Las potencias del mal de Gilles Deleuze














Obsesión por la maldad que nos rodea. Como si se impusiera siempre al ejercicio bondadoso, que parece relegado o al que se hace de menos. Aunque también pese. Gilles Deleuze se lo pregunta: "¿Qué es la maldad? Impedir que alguien haga lo que pueda." Es decir, coartar, que puede acompañarse, si es preciso, de coacción para lograrlo. Riqueza de términos en nuestra lengua, vinculados a la práctica del mal. Tratar que las posibilidades de los individuos se aborten, no se expliciten, no se desarrollen. A esas posibilidades Deleuze las llama potencias: "La maldad es impedir que alguien efectúe su potencia." ¿Castro de origen, in situ y permanente? Los límites al individuo  -a sus posibilidades de ir siendo por sí mismo, por tendencia de su propio ser-  aparecen desde la cuna. Aunque se endulcen o se disimulen con zalamerías múltiples. "No hay potencia mala, hay poderes malos, y tal vez todo poder sea malo por naturaleza", matiza el filósofo francés. Uno piensa en los padres, en la enseñanza, en las instituciones sociales, administrativas y políticas, en las religiones...en los poderes de hecho, parciales o totales, encubiertos por la justificación de la necesidad social. ¿Acaso no concluye Gilles Deleuze dando en la clave?



2 comentarios:

  1. Es una recurrencia, casi una tautología, en la filosofía francesa, achacar al poder o a los poderes -y a los poders políticos; Foucault precisa un poco más; los llama micropoderes e incluye al médico al siquiatra, a la cárcel.., algunos incluyen a la escuela- el ejercicio del mal. No le falta razón, claro. La consecuencia de ello es la creación de un espacio de bondad a la fuerza, inmaculado, en el que la revolución y/o la anarquía se libran y parecen ser instancias únicas y valientes para combatir y triunfar sobre ese mal; olvidando que la revolución francesa no era más que otra expresión del mal. La guerra civil española también fue eso y en ambos campos, para desgracia nuestra. Franco no se daba cuenta de nada;era utilizado; hay que decitrlo ya. Y así ocurre que tanta gente engañada, crea en la revolución como en un mañana liberador y milagroso a la vez; una experiencia y una liberación de todo, del todo, absoluta, prácticamente religiosa, un triunfo del bien aunque maten a sacerdotes y a monjas o destruyan iglesias; en nuestra guerra civil de 1936 o en la guerra civil de 1789 en Francia que han llamado revolución, pero bien pudiera llamarse destrucción y crimen.
    Yo mismo, que tengo 59 años, creía en esa ruptura milagrosa revolucionaria, hasta hace unos 3 o 4 años. No desperté yo solo; me despertaron.

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  2. Estoy de acuerdo en que cortarle las alas a alguien es pura maldad, y que a veces se hace de forma casi inconsciente, como en el caso de los niños, éstos tienen un potencial inmenso que se tiende a moldear con normas y comportamientos comúnmente aceptados.
    Cuando somos padres surgen las dudas, nos debatimos entre la autoridad, necesaria por un lado, y el pensamiento propio de nuestros hijos, vital para que no crezcan alelados y expuestos a ser avasallados.
    Creo que el germen de la sociedad es la familia, y el futuro depende tanto de lo que inculcamos a nuestros hijos como del espacio que dejamos a su libre desarrollo.
    Un saludo.

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